Esto va a ser un ladrillo.
Leí Índigo por primera vez hace más de veinte años, que se dice pronto. Entonces, para mí, fue un libro de aventuras muy adictivo con un final totalmente inesperado. Leerlo ya fue una aventura: bvajaba a la biblioteca a ver si tenían los libros y nunca estaban, la colección estaba incompleta y no pude terminarlo hasta que lo publicaron en una colección de fascículos de literatura fantástica. Pero no solo eso: también fue un libro de autoayuda, porque Índigo te enseña, por encima de todo, a librarte de tus propios fantasmas, incluso los que no sabes que lo son, y dejar atrás lo que debe quedar atrás.
A los doce o catorce años apenas tienes una mochila de olvidos y adioses, has perdido algún amigo y puede que una mascota o dos. A estas alturas de la vida, Índigo tiene una lectura nueva. Ya no se trata de prepararte para la pérdida, sino de recordarla como una parte natural del camino. Y, a veces, un cambio a mejor.
Quería releer la saga (8 libros, pero ninguno supera las 400 páginas) para ver si me seguía dando esa sensación, si me seguía pareciendo más que una novela normal de fantasía. Si había algo en ese desenlace imprevisto que aún me revolvía por dentro como muy pcos libros saben hacer.
Pues bien, no solo estoy de acuerdo con mi yo adolescente, sino que entre los dos, porque somos la misma persona y entre lso dos estamos tecleando, vamos a analizar el final. Contiene spoilers. Muchísimos.
Lo primero: el final de la saga debería ser obvio. Índigo debe derrotar a los 7 demonios que ha liberado para reencontrarse con Fenran, su amor perdido. Ha tardado un libro en preparar esa trama y 7 en desarrollarla. No hay otro final posible, ¿verdad? La autora ha escrito una saga como la vía de un tren: hay siete paradas y sabemos cuál es la última desde el comienzo. No hay desvíos. Pero pasan cosas. Y, para entenderlas, hay que responder a algunas preguntas que el libro no responde abiertamente, pero te da las piezas necesarias para comprenderlas.
¿Qué es un demonio?
Lo primero y más importante: Índigo libera 7 demonios sobre el mundo, pero la caja que los contiene está vacía. Siempre lo ha estado. A lo largo de los libros se nos da a entender (nunca explícitamente) que esos demonios existían dentro de Índigo y simplemente salieron fuera a hacer de las suyas. Cada persona tiene sus propios demonios e Índigo se enfrenta a su miedo (Avatar), su tristeza (Nocturno), su pasado (Anghara), su origen (Infanta) y lo que ella misma cree que debe ser un demonio (Infierno), entre otros. Son demonios interiores que salen al exterior, porque los comparte con el resto de la humanidad, y por eso siempre cuenta con ayuda de alguien para vencerlos, porque no son solo suyos.
¿Quién ordena a Índigo cumplir su misión?
Esta es la clave para comprender que todo ha sido un engaño.
En el primer libro, una emisaria de la tierra le concede a Anghara la inmortalidad para que acabe con los demonios. Según avanzamos, descubrimos que esa emisaria es parte de la propia Índigo y, en Avatar, el sexto episodio, Índigo decide abandonar la tarea por completo. Porque es una misión autoimpuesta. Si la emisaria es ella misma, ninguna fuerza exterior la obliga a nada. Al abrir la caja de la torre de los pesares, Anghara se fragmenta en cuatro personas diferentes pero que son ella misma. Índigo, Némesis, el emisario y la loba de pelo claro. Estos personajes interaccionan como si fueran diferentes y tuvieran forma física, por eso al comienzo Índigo cree estar en manos de un poder superior. Pero no es así: esa emisaria es su conciencia, que la lleva a solucionar el mal que ha hecho.
Entonces… ¿quién es Némesis?
Otra parte de Anghara, y esa parte de todos nosotros que boicotea lo que hacemos, que quiere que fracasemos y hasta disfruta al ver que no alcanzamos lo que nos proponemos. La vocecita que te dice que te rindas, que no sigas, que no vales para nada. Desde el primer momento sabemos que Índigo no puede luchar contra ella y que la acompañará siempre. Por eso su presencia es menor según avanzamos: al comienzo de su misión el peso es demasiado grande y Némesis casi vence. Al final, en Espectros (capítulo 7) las dos reconocen que deben estar unidas. Necesitan ser una sola otra vez para que Índigo tenga el poder necesario para vencer a los demonios.
¡Pero el séptimo demonio…!
Al abrir la caja de Pandora, en el fondo quedó la esperanza. Índigo ve morir a Fenran en el ataque de los demonios, pero también sabemos que el mundo entero lo interpretó como una plaga. Es decir: la percepción del evento era totalmente subjetiva.Para algunos fue una plaga, una guerra o cualquier otra catástrofe.
Para estar completa, Índigo necesita reconciliarse con sus otras tres partes y volver a ser Anghara. Pero también necesita librarse de su pasado. Al comenzar su búsqueda, necesita la esperanza de que volverá a ver a Fenran. Al terminarla, resulta que el mundo ha avanzado 50 años, hay nuevos reyes y nuevas costumbres. Anghara y Fenran no caben en ese nuevo mundo tal y como eran.
Para hacerlo más obvio, ahora Fenran es un viejo amargado y rencoroso, un señor que ha visto cómo le quitaban todo y que ansía llegar adonde habría podido: el trono de Carn Caille. No hay rastro de esto en el primer libro, el único por el que conocemos a Fenran, porque posiblemente la autora no previó este final, y eso es un pequeño fallo en el conjunto de la obra. Pero durante 7 aventuras solo sabemos de él lo que nos cuenta Índigo: una persona incompleta asaltada por demonios cuya percepción de la realidad al comienzo de la saga es… endeble como poco. Tiene sentido que ella misma no conozca al hombre que ama.
Había otra manera de terminar esta aventura: felices para siempre. Boda y trono. Pero la esperanza es el último demonio, el más insidioso, el que no parece malvado, el que te ha dado fuerzas para continuar. Y esa esperanza que hace avanzar a Índigo es también la que te hace continuar como lector. Esperas que sean felices. Que se reencuentren al fin. Tienen que serlo. Pero la felicidad no siempre es evidente a simple vista.
Anghara no podrá estar completa hasta que se libre de su pasado pero tampoco tiene un lugar en este mundo 50 años después. Puede terminar su misión y partir en un viaje interminable o abrazar a su demonio y vivir una vida nueva. Y, ante esa duda, elige la misión que ella misma se ha impuesto.
Índigo, Anghara, todavía está en alguna parte, cazando demonios y tocando el arpa, porque nunca estuvo hecha para languidecer en un palacio. No sé si es el mejor final, pero es el que ella se merece.